La elección de la próxima semana, como prácticamente todas las del presente siglo, será referendista y se constituirá en el parteaguas del país, como no lo ha sido así -quizá- ninguna de ellas
“La creciente inseguridad y desconfianza entre la población, los estilos de vida cada vez más acelerados e impredecibles y el rechazo generalizado a las encuestas por parte de la sociedad, han dificultado la capacidad de tener acceso a ciertos segmentos de la población objetivo”.
Lorena Becerra
La elección de la próxima semana, como prácticamente todas las del presente siglo, será referendista y se constituirá en el parteaguas del país, como no lo ha sido así -quizá- ninguna de ellas.
No es, de ninguna manera, el choque entre la izquierda y la derecha, o como dice López Obrador, entre la 4a. Transformación y los “conservadores”.
De veras, no se sabe dónde están unos y otros, o quiénes son más conservadores, en el significado real de la palabra.
Es el colmo de las paradojas políticas mexicanas: Quienes propiciaron o impulsaron muchas de las reformas democráticas del último cuarto de siglo, hoy pretenden abolirlas; y quienes se opusieron y las aceptaron a rajatabla llaman a defenderlas.
Más, los que pregonan el rechazo a los prianistas, llenan las listas de candidatos de los procedentes de esos partidos.
Es el choque entre quieren retrotraernos a épocas que creímos superadas, y de quienes se oponen a tal regresión.
Es de tal grado la regresión que se dará entre quienes la celebración de elecciones limpias, equitativas, creíbles y sin la injerencia del gobierno en ellas y de quienes quieren llevarnos a la legislación electoral previa a la elección de ¡1964!
Quienes ahora gobiernan quieren llevarnos a cuando no había organismos autónomos que le acotaran el poder al casi omnímodo presidente mexicano, se lo quieren regresar y que tenga las manos libres para usar el presupuesto público bajo su exclusivo arbitrio y sin que nadie le exija la celebración de licitaciones para la obra pública y las adquisiciones gubernamentales.
Lo que existía hasta 2108 no era lo ideal, los partidos se alzaban como un dique para ello. A ese entramado institucional le urgía una ciudadanización que creímos AMLO podría encabezar.
No resistió la tentación de contrarias todas y las que no, desaparecerlas.
A pesar de ello, a trompicones, se fortalecía la democracia mexicana, con todos los defectos, rezagos e inequidades del régimen económico realmente existente y que poco a poco minaba la convicción popular en ese régimen que en nada mejoraba las condiciones económicas de la absoluta mayoría.
A López Obrador y su movimiento les cayó como anillo al dedo el grupo de gobernantes corruptos jefaturado por Enrique Peña Nieto; ellos le permitieron ganar en 2018 10 millones de electores que no formaban parte de sus votantes y/o seguidores.
Hoy, la mayoría de esos 10 millones ya no están con la 4T, porque nunca lo fueron, votaron circunstancialmente por el tabasqueño ante la podredumbre de los gobiernos priistas.
Tal cambio de preferencias electorales descoyuntó al PRI y al PRD. El PAN resistió porque una parte importante del electorado está colocado a la derecha o centro-derecha.
Una acotación: El tapete del muerto con el que amenaza AMLO, el de la extrema derecha, es un pequeñísimo segmento de la sociedad, sin incidencia política de importancia, ahora.
Pronto empezaron las desilusiones.
A mediados de agosto del 2018 AMLO pactó con la cúpula militar.
Anunció la creación de la Guardia Nacional, al tiempo que cancelaba los Foros para la Reconciliación y la Paz de Hermosillo, Tijuana, Culiacán, Morelia, Chilpancingo, Acapulco, Cd. Victoria, Tams. y CDMX, ubicadas en las entidades con el mayor número de homicidios y desaparecidos.
Las canceló después de la efectuada en Juárez, en la que al unísono lo increpaban a él y al entonces gobernador Javier Corral.
El centro de la indignación en ese foro eran los abusos y excesos de policías y militares y la exigencia de regresar al ejército a los cuarteles.
AMLO confeccionó un gobierno de corte militarista, porque el ejército es a la única institución a la que el presidente le concede autoridad moral y a la que le ha entregado facultades, áreas y dependencias prohibidas constitucionalmente.
Cometió un grave error y una gigantesca irresponsabilidad al no construir la policía civil-federal necesaria para combatir a la delincuencia.
El país está sumido en una ola de terror, violencia y sangre y extensas áreas de su territorio (y algunas de la economía) están bajo el control de las bandas criminales.
Y Claudia Sheinbaum le propuso al país la continuidad, en forma caricaturizada, porque eso es el ‘segundo piso’.
AMLO y Claudia pretenden que desaparezcan todos los organismos que vigilan al presidente, para que sea legal lo que ahora hizo López Obrador: Declarar de seguridad nacional las obras, no solo emblemáticas, sino prácticamente todas las compras y obras y no informar cuánto se gastó, ni quienes fueron los beneficiarios de los contratos, ni las razones por las que no se efectuaron las licitaciones marcadas por la ley.
El porcentaje de obras y adquisiciones efectuadas por AMLO sin licitar superó el de Peña Nieto. Terminará el sexenio con cerca del 90% del total de obras y compras sin licitar.
Lo peor, Sheinbaum propone continuar y perpetuar a los militares como responsables de la seguridad pública que, al cabo, arguyen tramposamente, están bajo el mando del presidente, porque, dicen, “es un mando civil”.
Así, la elección no es entre los “conservadores” y los “liberales”, como dicen; no, será entre los que estén de acuerdo con la continuación de la 4T y los opositores a López Obrador, convertido éste en el verdadero motor de la campaña de Claudia Sheinbaum y de Morena.
Si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) aplicase a rajatabla la ley, tendría todos los argumentos jurídicos necesarios para declarar nula la elección por su injerencia.
Vivimos, además, una elección de Estado. No solo fue la ilegal participación de López Obrador, sino, también, la de las dependencias federales, sobresalientemente la Secretaría del Bienestar para apoyar la campaña presidencial y la del resto de los candidatos, que hasta Marcelo Ebrard denunció.
López Obrador termina su gobierno convertido en víctima de sus propias trampas: Le impuso a Morena, en contra de las tendencias mundiales de la izquierda moderna, la celebración de encuestas como mecanismo para designar a sus candidatos.
Malo para ellos, las encuestas -y quienes las hacen- pasan por uno de sus peores momentos a causa de varias razones, entre ellas a la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas, a los cambios de los ritmos laborales de los mexicanos (más urbanizados); a la negativa de muchos al levantamiento de la encuesta; al clima de violencia en muchas zonas del país; a que no abren sus domicilios y al uso grosero, interesado, de las encuestas para fortalecer la percepción de que Claudia ganará indefectiblemente.
Quizá como ninguna otra elección esta es la más incierta. Pocos son los parámetros confiables que orienten a sustentar pronósticos más o menos certeros.
Tres cosas sí son ciertas:
Primera, no hay elemento alguno que sustente lo sostenido por varias empresas que publican encuestas con ventajas de 20-30 puntos en favor de Claudia.
Si coincidimos en que habrá una participación de alrededor del 60% (que es una cifra promedio de las anteriores elecciones), cada punto de ventaja equivale a 600 mil votos. No hay datos que nos lleven a pensar que Morena tiene una ventaja de 12 millones de votos
Segunda, los votos obtenidos por la coalición gubernamental son apenas mayores en millón y medio a los de la oposición en conjunto (incluido MC) en las elecciones federales de 2021 (23-21.5 millones) o superiores al frente opositor, también por la misma diferencia.
Y en la suma de los votos de las elecciones estatales del 2021 al 2023 la ventaja es de la oposición (15-14 millones) y;
Tercera, en las elecciones estatales del presente año se aprecian numerosos indicios de que hay una cerrada competencia en casi todas las elecciones a gobernador, pero con ligera ventaja en favor de la oposición en la CDMX, Veracruz, Yucatán, Guanajuato y Morelos.
A su vez, el oficialismo llevaría ventaja en Chiapas y Tabasco y se aprecia un empate en Puebla.
Esas 9 entidades representan alrededor del 40% del padrón electoral del país y el saldo del total de ellas arroja que habrá ganadores pero prácticamente empatados.
Por otra parte, de acuerdo con ‘laencuesta.mx’, (una de las empresas cuyas encuestas estuvieron más cercanas a los resultados electorales de los dos últimos años) Morena llevaría ventaja en 10 capitales estatales, el frente opositor en 11 y MC en dos (Monterrey y Chetumal). Guanajuato aparece empatado y no hay encuestas de Campeche, Toluca y Querétaro.
Tales resultados podrían dar sustento a la percepción de que a mayor población urbana, más simpatías por la oposición y a que se suponga que tendremos una competencia muy cerrada en la que entidades como Chiapas, Oaxaca y el noroeste inclinen la balanza en favor del morenaje y que el norte, el centro y el occidente lo hagan por la oposición.
Todo lo anterior para concluir que, contra la muy extendida percepción, el próximo domingo asistiremos a una muy reñida elección.
La moneda está en el aire.
Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017, 2022 y 2023
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