Todos los cristianos seguimos ciertas costumbres. Por ejemplo, algunas congregaciones celebran su aniversario, o tienen reuniones especiales en Navidad y Semana Santa. Algunas iglesias se reúnen una vez los domingos, otras dos. Igualmente, no todas las congregaciones tienen escuela dominical, mientras que otras sí.
Estas costumbres no tienen nada de malo; sin embargo, no hay un versículo específico que las mande o prohíba. Por lo tanto, si una de estas costumbres se elevara a un nivel en el cual fuera un requisito impuesto a todas las iglesias, y que seguirlo fuera un símbolo de espiritualidad, tendríamos entonces un problema serio. Esto atentaría en contra de la conciencia cristiana, la libertad de la iglesia local, y finalmente, el evangelio mismo.
La Iglesia católica romana, al igual que la ortodoxa, proclama un ayuno en el tiempo de “cuaresma”, en donde se prohíben ciertas comidas, específicamente la carne. Esta tradición se ha hecho más flexible con el paso de los años, y parece tener sus raíces en una antigua costumbre en donde los cristianos ayunaban antes de celebrar la muerte y resurrección de Jesucristo.
Los cristianos evangélicos, especialmente los hispanos, se han rehusado a seguir estas tradiciones por sencillas razones.
1. No están en la Biblia
Al no estarlo, no deben ser impuestas sobre la conciencia y libertad del creyente. Jesucristo dijo lo siguiente sobre quienes invalidaban la ley con su tradición: “Mas en vano me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de hombres” (Mt. 15:9).
Los cristianos no tenemos problema necesariamente con tener buenas costumbres, pero cuando se convierten en tradiciones impuestas, debemos responder como Lutero: “Mi conciencia está cautiva a la palabra de Dios”.
2. No tienen valor espiritual
A la iglesia en Colosas, el apóstol Pablo les advierte en contra de la religiosidad vana que prohibía, como símbolo de espiritualidad, hacer ciertas cosas.
“Si ustedes han muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivieran en el mundo, se someten a preceptos tales como: ‘no manipules, no gustes, no toques’, (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres? Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne”, Colosenses 2:20-23.
Estas tradiciones externas tienen “apariencia de sabiduría”, pero no tienen valor contra la naturaleza pecaminosa. En otras palabras, es algo externo y no verdaderamente espiritual.
Jesucristo mismo advirtió en contra de las tradiciones extrabíblicas de los fariseos, incluyendo ayunos (Mt. 15:1-20) y lavamientos (Mr. 7:1-23). Vale la pena decir que Jesucristo no estaba en contra del ayuno (Mt. 9:15; 6:16; 17:21), sino de una falsa tradición qué hacía del ayuno una supuesta señal de espiritualidad merecedora del favor de Dios.
3. Desechan la gracia de Dios
En la primera carta a Timoteo, el apóstol advierte sobre algunos falsos maestros influenciados por ideas místicas (gnósticas). De ellos tiene cosas fuertes que decir.
Los llama hipócritas, mentirosos, con conciencia cauterizada (1 Ti. 4:2). ¿Qué enseñaban?
“Esos prohibirán casarse y mandarán abstenerse de algunos alimentos, que Dios los ha creado para que con acción de gracias participen de ellos los que creen y que han conocido la verdad”, 1 Timoteo 4:3.
El apóstol Pablo nos dice por qué rechazaba por completo esta enseñanza, y es que todo lo que Dios nos ha dado es bueno, incluyendo la comida, si se toma con acción de gracias y oración (1 Ti. 4:4-5). Esta falsa enseñanza desechaba la gracia de Dios al enseñar una espiritualidad superficial basada en abstenerse de algunas cosas que consideraban “carnales”.
“Todo lo que Dios nos ha dado es bueno, incluyendo la comida, si se toma con acción de gracias y oración”
4. Atentan contra el evangelio
La razón más importante para rechazar una tradición impuesta sobre la conciencia es que atenta en contra del evangelio mismo, y la libertad que este trae.
Los Gálatas querían regresarse a seguir las tradiciones judías establecidas en la ley, incluyendo la observación de días, dieta, y circunsición. Pablo les dice: “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud” (Gal. 5:1).
Cualquier persona que está en Cristo (Ro. 8:1; 1 Co. 1:30; 2 Co. 5:17) no necesita hacer absolutamente nada para ganarse o mantener el favor de Dios. Pensar lo contrario es desechar la gracia de Dios y el sacrificio de Jesucristo (Gal. 2:21). El evangelio de Jesucristo nos hace libres, y debemos guardar y mantener esa libertad.
“Cualquier persona que está en Cristo no necesita hacer absolutamente nada para ganarse o mantener el favor de Dios. Pensar lo contrario es desechar la gracia de Dios y el sacrificio de Jesucristo.”
Sin duda alguna, Dios quiere que sigamos sus mandamientos. Pero aquella cosa que no manda Dios, y que alguien más (dígase líder espiritual, magisterio, u organización) quiera imponer sobre nosotros, debe ser rechazada por completo.
En Semana Santa el cristiano tiene completa libertad para comer cualquier comida, incluyendo carne, ya que consumirla no disminuye su capacidad de tener comunión íntima con el Señor o de meditar en su sacrificio y muerte por nosotros.