*La idea de elecciones libres los aterra
*Están derrotados antes de la campaña
Si fuese por el presidente y la tribu radical que lo acompaña en su gobierno, la Reforma Electoral hubiese terminado sustituyendo al INE por una Comisión Popular de Consultas y Elecciones, con el compañero Pablo Gómez de presidente, la compañera Citlalli Hernández en la dirección ejecutiva de partidos y organizaciones populares, el compañero Noroña de comisario y representante del pueblo, la compañera Sansores en la comisión de organización y logística electoral y el compañero Salgado como escrutador general y validador único de resultados.
Su pretensión era –sigue siendo-, desmontar la organización electoral ciudadana que construyó la sociedad mexicana en tesonera y desigual lucha contra el PRI hegemónico, subordinando al partido de estado una Comisión que garantice al nuevo régimen elecciones seguras, incuestionadas, libres y democráticas, a condición de que gane el partido oficial. Es el único instrumento seguro para consolidar un régimen “popular y democrático” que dure mil años, a cuyo centro erigirán un enorme monumento a su creador. La obsesión por pasar a la historia. Los regímenes autoritarios llegan al poder por la vía democrática, pero su primer impulso es cerrar todas las puertas a la competencia electoral justa, los aterra perder el gobierno de la misma manera en que lo ganaron.
A cambio obtuvieron, furtivamente y en la complicidad de la noche, un paquete de cambios en leyes secundarias que debilitan pero no someten a los organismos electorales, INE y Trife. Entre los cambios que adelgazan a las instituciones, aguardando a que los especialistas desmenucen el albazo legislativo, está el debilitamiento del Sistema Electoral de Carrera, la trampa mediante la cual pretenden manipular el nombramiento de funcionarios de casillas, célula del sistema vigente, y el brutal atentado a la estabilidad financiera, reduciéndoles partidas presupuestales sustantivas. Compactaron y restaron autonomía a la institución, pero sus expectativas quedaron insatisfechas.
De lo que pretendían -en el fondo- a lo que obtuvieron en la realidad fue muy poco, el INE fue tocado pero no quebrado, logró prevalecer. El impulso frenético de someterlo al interés del régimen quedó frustrado, pese al despliegue del poder presidencial acosando legisladores de oposición y organizando una fastuosa marcha en desagravio a la portentosa expresión ciudadana de los mexicanos libres que salieron a las calles en defensa de la democracia. Con todo el poder y la voluntad de usarlo sin respeto por las leyes, avanzaron centímetros en su plan general de cooptación y todavía falta el senado, donde las reformas podrían terminar desdibujándose si Ricardo Monreal decide dar un paso cierto hacia la independencia política que postula.
Ahora mismo el presidente, la corcholata oficial y la emergente, el dirigente del partido oficial, los diputados que lideran el ala radical y los oportunistas ciegos queriendo congraciarse con el “líder amadísimo”, están desencajados con el resultado. Sin embargo no han dado por perdida la batalla, el nuevo intento quedó reservado para abril próximo, cuando el Congreso elija a cuatro de los once consejeros electorales del INE, entre ellos al presidente Lorenzo Córdova y al incómodo Ciro Murayama, dos de los que más resistencia han ofrecido al acoso autoritario.
Sabiendo que por la vía legal carecen de oportunidad, requieren las dos terceras partes, querrán quedarse con los cuatro consejeros, los necesitan como garantía para consolidar el régimen. Con ese propósito abrirán otra feroz ofensiva contra la oposición. ¿Porqué la obstinación de subordinar el INE al interés del régimen, si presumen de un apoyo popular sin presidente y se ufanan de que la oposición está dividida, sin liderazgos, aborrecida por el pueblo y “moralmente derrotada”?.
Su narrativa es triunfalista, actúan con la felonía y arrogancia de quien tiene el poder, pero el mismo presidente y los ideólogos del autoritarismo disfrazado de izquierda conocen la realidad y ésta les grita que durante las elecciones intermedias perdieron la mitad de su corona, Ciudad de México, y la mayoría calificada en Cámara de Diputados, quedando abajo por cuatro millones de votos, si comparamos la suma de los partidos opositores con la del partido oficial y sus comparsas. ¿Invencibles en elecciones justas? Por favor, ellos saben que su apoyo popular está consistentemente a la baja, pueden tener y presumir otros datos, pero las actas escrutadas de junio 21 ahí están.
Por eso están obsesionados con el control absoluto del INE, como políticos profundamente autoritarios no conciben una convivencia política en democracia. Sufren de sólo pensar en perder el poder por la misma vía en que lo ganaron; elecciones libres, democráticas y participativas. El suyo es un régimen de terror y amedrentamiento, nada más alejado de la voluntad popular que pregonan. No podrán contra los mexicanos libres, están perdidos.
