Reflexión semanal
Un error frecuente que muchos comenten, es pensar que los grandes personajes de la Biblia fueron perfectos, que nunca cometieron errores. Los imaginamos como héroes de la fe, quienes nunca dudaron, no tuvieron temor y nunca le fallaron a Dios. Aunque es cierto que algunos de ellos sí fueron irreprensibles en “casi” todo aspecto de sus vidas.
Pero la Biblia también nos cuenta que todos esos grandes siervos de Dios estuvieron sujetos a las mismas tentaciones, pruebas y dificultades que usted y yo experimentamos diariamente en nuestro caminar (Stg. 5:17) Esos grandes de la fe, también se equivocaron, dudaron, tomaron malas decisiones, renegaron de la voluntad de Dios y le fallaron en diferentes formas.
Pero ¿qué los hizo a ellos diferentes? ¿Cómo es que a pesar de sus errores llegaron a formar parte de los grandes personajes de la Escritura? Por gracia, por una segunda oportunidad.
Por ejemplo, el rey David, entre muchos que pudiera citar, un dulce adorador con un corazón recto y conforme al de Dios, uno que amó a Dios desde su juventud y lo obedeció en todo. Un joven, que con la ayuda del Señor, logró derrotar un gigante y a muchos ejércitos enemigos.
Este David que era una persona fiel a Dios, le falló. Este hombre falló como cualquier persona de carne y hueso. Tuvo amoríos con una mujer casada, y mandó a su esposo al frente de batalla para que lo mataran (2 Sam. 11). Así que imagina por un momento estar muy cerca de Dios y fallarle de esa manera.
Pero David tenía una cualidad única, tenía un gran amor por Dios. Él reconoció su error, estaba deshecho por sus malos actos, había entendido la gravedad de sus acciones. David tampoco quería perder el amor de Dios. Por eso hizo una oración de todo corazón (Sal. 51). Ahí él reconoce su pecado y pide perdón. ¿Qué crees que hizo Dios? Pues sí, lo perdonó y le dio otra oportunidad para que enmendara su error y siguiera en los pasos del Señor. Desde ese día y hasta su muerte, David caminó fielmente con Dios y Él lo bendijo grandemente.
Pedro, un fiel discípulo de Jesús y uno de sus mejores y más cercano amigos que lo acompañó a dondequiera que iba. Cuando arrestan a Jesús y todos sus discípulos se dispersan por miedo a ser asesinados, unas horas antes, el mismo Pedro le dice a Jesús que va a ir con él hasta la muerte. A eso, Jesús le anticipa que él lo iba a negar, a pesar de que Pedro insistía en que eso no iba a suceder (Mat. 26:34) Conocemos de sobra la historia, lo negó tres veces.
Días después cuando Jesús resucitó, se encuentra con todos sus discípulos y mientras están allí, Jesús le pregunta específicamente a Pedro en tres ocasiones si lo ama y Pedro responde que sí, a la tercera ocasión Pedro dice que él lo sabe todo y sabe que lo ama. Al escuchar eso, Jesús decide darle una segunda oportunidad (Jn. 21:15-19) Por supuesto Pedro aceptó esta gran oportunidad y siguió a Jesús hasta el final de sus días como su fiel discípulo.
La palabra de Dios nos enseña que Jesús tomó vidas y las hizo de nuevo porque Él es Dios de la segunda oportunidad. Hoy en día, muchas personas caminan por las calles con su vida hecha trizas, destrozadas, anhelando una nueva oportunidad. Jesús, el Dios de la segunda oportunidad desea cambiar sus harapos por vestiduras nuevas, cobijarlo en el abrazo de la reconciliación, y que se regocije en la oportunidad concedida por los Cielos. Hay un lugar en casa para usted.