El Pontificado de León, primero con el nombre, es recordado por hacer desistir al feroz Atila el huno de invadir Italia, año 452, cuando ya tenía ocupado el norte de la península, y definir en el Concilio de Calcedonia la naturaleza divina y humana de Jesucristo, razón por la cual Benedicto XVI lo declaró doctor de la Iglesia. Desde entonces hubo otros papas que eligieron el mismo nombre hasta llegar a León XIII, quien tuvo un pontificado de veinticinco años. Ocupó el Trono años después de la unificación italiana y en consecuencia la liquidación de los estados pontificios. A él tocaron los enfrentamientos de la Iglesia Católica y el nuevo Estado liberal, asumiendo una actitud conciliadora en aquel momento estelar de la historia europea.
Desde su muerte pasaron 122 años hasta la elección del Papa León XIV, tiempo en el cual hubo dos guerras mundiales, la instauración del estado israelí, arribo y caída de dictaduras comunistas y derechistas, la vuelta a los populismos y la consolidación social de la ideología de género. En el curso de los 122 años entre aquel León y el actual, el mundo sufrió cambios inimaginables en tecnología, medicina y desarrollo científico, pero las debilidades humanas y los vicios del poder se mantuvieron imperturbables; intentos de grupos minoritarios por hacer prevalecer su ideología, apetitos de dominio mundial de las grandes potencias y la consolidación de gobiernos tiránicos.
En esta era de retos y desafíos globales, igual o mayores al colapso del Imperio Romano de occidente, las amenazas de Atila que enfrentó León I y la Europa convulsionada de León XIII, ¿qué papel asumirá Robert Francis Prevost, convertido en León XIV?. Espanta el catálogo de asuntos que presentan las sociedades de hoy y que, por definición, enfrentará el líder religioso más importante del mundo, tanto en número de fieles como en influencia mundial: un realineamiento geopolítico en progreso, guerras bélicas y comerciales, genocidios en marcha, decadencia moral, creciente acoso a la Iglesia Católica, pérdida de fe, división interna.
Los analistas sugieren que dará continuidad a la obra de Francisco, impulsando una Iglesia de perfil liberal adaptada a los tiempos actuales. Bien, pero cuál es el legado de Francisco, describirlo en términos de conservadores o liberales es maniqueo. La realidad es más compleja que ofrecer explicaciones reduccionistas, una etiqueta no pudiese definir el legado de un papado ni el rumbo de otro. León XIV sufrirá presiones de grupos minoritarios altamente estridentes intentando imponer agenda en la Iglesia, con exigencias de reformas profundas contrarias a la tradición milenaria, lidiará con tiranos megalómanos ocupados en la dominación mundial, fijará postura en temas controversiales como ideología de género, homosexualidad, divorciados, finanzas vaticanas, celibato sacerdotal, pedofilia, migrantes, genocidio palestino y otros que ocupan la opinión pública occidental.
Siendo de nacionalidad norteamericana lo presentan como el “cardenal menos estadounidense”, por los años de servicio pastoral en Perú, país del que adquirió la ciudadanía. Conocer por experiencia propia la realidad de dos sociedades y dos visiones globales muy diferentes entre si, le será de utilidad para enfrentar los retos que vienen con el pontificado. Además las primeras referencias lo presentan como un culto religioso Agustino de formación estructurada, es matemático, teólogo y políglota, discreto, de mediana edad para ser Papa -69 años-, conciliador. Su elección cayó bien entre los fieles católicos y si encima habla español y conoce muy bien los países latinoamericanos, todavía mejor aceptado en nuestra región.
De la confianza que le dispensó el Papa Francisco y la cercanía entre ambos nadie puede dudar, lo hizo crecer hasta colocarlo en una de las responsabilidades más importantes de la Curia, el ministerio de valorar y elegir a los nuevos obispos de todo el orbe, aparte de ser representante para América Latina, una región que conoce muy bien, incluido México al que visitó al menos una vez, estuvo varios días en Michoacán. Teniendo en cuenta esas credenciales, los expertos sugieren que dará continuidad al papado de Francisco. Es posible, lo cual tendría como fatales consecuencias la confrontación con los influyentes y estrictos cardenales italianos y estadounidenses, a los que, supongo, conoce muy bien. Francisco los padeció.
A mí no me gustó mucho el Papa Francisco, si el sentido de humildad e intentos por acercar la Iglesia a la compleja y radicalizada sociedad actual, también su compromiso de acabar con la corrupción y la sencillez con que solía actuar. Sin embargo reprocho el silencio durante la feroz persecución que sufrió la Iglesia de Nicaragua en uno de los pasajes más oscuros del dictador Daniel Ortega, los inhumanos ataques del gobierno israelí contra los indefensos musulmanes y la invasión de Rusia a Ucrania. Nunca levantó la voz en esos temas, optó por la prudencia del silencio.
Iremos conociendo de a pocó al nuevo Papa, en lo personal no recuerdo ni siquiera haber escuchado su nombre. Tengo la percepción de que su elección sorprendió a los vaticanistas mejor informados (no lo tenían en sus apuntes), de modo que no saben interpretarlo, de bien a bien, en estas primeras horas de su elección. Tampoco creo que será un segundo Francisco, empezando por el nombre que adoptó, por él hablarán sus hechos. De lo que si estoy seguro es que su papado, sea corto o largo, transcurrirá en una de las épocas más emocionantes y conflictivas de la historia. Que Dios lo ilumine.