*En Juárez quedó moralmente derrotado
*Andrés, el enemigo de López Obrador
*César Duarte equivoca la estrategia
*Con la federación ni pleito ni sumisión
La crónica de los cinco días posteriores a la tragedia de migrantes, cerrado hasta hoy en cuarenta el número de muertos, es la crónica de su derrota moral, documentada en su propia mañanera. El hombre que habla, habla, habla, que tiene comentarios para injuriar ferozmente hasta al menor de sus opositores, guardó estridente silencio frente a los muertos de su gobierno; para ellos sólo tuvo desdén e hipócritas expresiones de dolor.
Cuando no habían pasado ni doce horas de la tragedia, su primera reacción fue minimizar los hechos diciendo que los mismos migrantes habían iniciado el fuego, en una protesta por que sospechaban de ser deportados y prendiendo “unos colchones”. La noticia daba la vuelta al mundo pero él sólo consideró necesario ocupar dos minutos y cuarenta segundos de su tiempo a la tragedia, en una mañanera de una hora con 39 minutos. Destinó el tiempo restante al INE y a sus adversarios de siempre.
Solo cuando se percató, o su equipo lo previno, de la indignación nacional, consideró prudente una expresión de dolor, resuelta con la muletilla del “me partió el alma” y las condolencias públicas por los muertos. Para entonces habían pasado más de 36 horas y las redes ardían. Después, cuando supo que no podría dejar la tragedia en un comentario y las condolencias mañaneras, ordenó que su secretaria de Seguridad abriese una investigación y tomase a su cargo la vocería. Con esa decisión redujo la importancia de la tragedia a tercer nivel, pues quiso dejar fuera del escrutinio público también a Adán Augusto y a Marcelo.
Pero ni teniendo el “alma partida” permitió que su impoluta tribuna fuese manchada con la tragedia, no admitiría que unas cuantas muertes de migrantes infelices trastorne su inalterable agenda pública. En lugar de invitar a la secretaria a compartir tribuna con él, decidió apartarla lo más retirado posible de su presencia, al ordenarle que atendiera a los medios durante la tarde. Su tribuna es sagrada, inadmisible que la contaminen una cuarentena de quemados sin patria.
Hasta ese momento era una gestión de la crisis muy al modo cuatroté, prometamos que habrá justicia, que hablen otros el Presidente jamás, y a seguir con la agenda de siempre, el tiempo sabio todo lo borra. En su estrategia de reducir los hechos y dejar que el tiempo haga su trabajo iban bien, pero en Juárez encontró la derrota moral, vimos otra vez al López Obrador insolente, engreído, misógino, carente de empatía.
Seguro de su convicción personal por evitar que su nombre quede asociado a desgracias, de las que siempre responsabiliza a otros, aposte a que suspendería su viaje a Ciudad Juárez, programado antes de la tragedia. Erré, calculó que cancelarlo sería un costo mayor y vino, pero no fue para mover un centímetro su agenda con tal de dirigir tres palabras de comprensión y solidaridad a los migrantes y a la indignada comunidad nacional. No recibió a nadie ni quiso tomarse la foto con los hospitalizados. Cero empatía. ¿Decretar un día nacional de luto? Jamás, lo que pretende es que los muertos se olviden y se olviden ya.
Siempre he dicho que el mayor enemigo de López Obrador es Andrés Manuel; su narcisismo exacerbado, la soberbia de quien se asume moralmente superior, arrogancia de considerarse único vocero e interprete autorizado de los deseos populares. Gravísimos defectos del alma que asoman grotescos en momentos de crisis dejando ver al ser inhumano incapaz de mostrar sincera empatía con el desvalido, al arrogante berrinchudo que deslegitima cualquier reclamo social que no sea suyo.
El exabrupto de “te mandó Maru, mi amor”, con el atrevimiento de posar la palma de su mano sobre el rostro de la activista que tuvo la osadía de llegar hasta la ventana de su vehículo, corona su derrota moral; postula un régimen humanista y cuando se ofrece demostrarlo en los hechos actúa con la indiferencia de un sicópata. Su derrota venía cuajándose en las mañaneras previas, pero desbordó en Juárez. Otra vez Juárez, siempre Juárez.
Rompeolas
César Duarte quiere que lo manden a su casa por humanidad, alegando reiteradamente que está enfermo, mensaje que envía hacia el exterior con cada uno de sus visitantes, y que sus abogados pretenden hacer valer mediáticamente. Error, mientras más silencio permanezca, mayores son sus posibilidades de salir, atemperarse y permitir que las leyes hagan su parte es la estrategia más directa hacia la libertad, el hombre ya no es tema, pero él y sus abogados quieren hacerse los interesantes. Así la veo muy difícil, ya veremos.
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¿Pleito entre Palacio Nacional y Chihuahua? Desde luego que no, son los desaires y exabruptos que López Obrador tiene contra políticos que considera adversarios, asumiéndose líder de una facción, no presidente de todos los mexicanos. Para un pleito se necesitan dos y hasta donde se, la gobernadora Campos no se toma personal cada exabrupto que venga del Presidente.
