El exgobernador Patricio Martínez García dirigió una carta al secretario general de Gobierno de Nuevo León, Javier Navarro Velasco, respecto al tratado de aguas internacionales.
La Paradoja
Lo anterior luego de que Navarro afirmara que el agua de la presa El Cuchillo, no forma parte del tratado firmado en 1944, por lo cual no se pagará a Estados Unidos con el líquido vital de Nuevo León.
Patricio Martínez aseguró que es necesario dejar en claro las frecuentes distorsiones que siembran confusión y señalan “obligados» y “exentos»:
“Me parece extraño afirmar que Nuevo león no es parte del Tratado. Ninguna entidad federativa lo es. ni Chihuahua, ni Coahuila, por si se pretendiera concluir que otras sí lo son.
El Tratado fija las bases para el uso y reparto equitativo, conforme a cálculos y estimaciones razonables, de las aguas que corren en el lecho del río Bravo, al haberse fijado la frontera como una línea que corre a la mitad de su cauce.
El Tratado establece que un tercio del agua en el lecho del Bravo, procedente del río Conchos (Chihuahua) y otros afluentes de Coahuila, se registre en las presas internacionales, como propiedad de Estados Unidos. Con ese registro contable-hidráulico, se estima conformar -junto con caudales proveneintesw de otras fuentes- el total del 50% que corresponde a Estados Unidos. Por lo mismo, Estados Unidos reconoce que dos tercios de esos afluentes se contabilicen como reservas de México.
Así, se debe concluir que México no debe agua, no paga agua, no roba agua. El Tratado reparte el agua del río. Si éste no tiene agua porque no está lloviendo, no hay líquido a repartir del flujo común del Bravo y de ninguna manera supone reparto de caudales en las tierras altas de la cuenca. Ésta es la razón de fondo para no abrir “El Cuchillo”, “La Boquilla”, ni presa alguna de los afluentes mexicanos.
Debo recordar aquí que la CILA tiene función para operar las aguas del río Bravo, aunque sean de su cuenca, ya que su ubicación los sitúa en otra jurisdicción.
La crisis es grave y vendrán tiempos peores. Cuando Dios hizo el Bravo, lo creó para que bebieran fauna y flora en el desierto. Si la Humanidad llevó veinte millones de habitantes a su cuenca y a eso se suma el creciente cambio climático, la solución debe ser de la dimensión y altura del problema. Ese es el reto.
El trato no se debe ni se puede tocar, es producto de hechos consumados de nuestra historia nacional. Es absurdo afirmar que nos conviene porque “nos da más de lo que entregamos”.
Finalmente, el Tratado no obliga a México a fabricar agua.
Reciba mi atento saludo para usted, para el señor gobernador y para todo Nuevo Léon, mi querido terruño adoptivo, al que siempre recuerdo con cariño y admiración.
El tema es amplio y con mucho fondo para comentarlo en unos párrafos. Estoy a sus órdenes para suminstrar algún dato adicional omitido”.