“La ficción ha sido funeral de la verdad. Nos gusta que nos cuenten historias sin tomar en cuenta la veracidad de estas”
Siendo sinceros: ¿ha llegado a imaginarse estar al lado de un actor que aparece en una serie que la tiene atrapada y no quiere que se termine? ¿se angustia por si habrá nuevas temporadas de la serie que ha llegado a posesionarse y poseerla en tiempo, atención y emoción? o ¿se ha llegado a enamorar de una protagonista de una serie de Netflix? Creo que la mayoría de netflixfílicos lo experimentan.
Vivimos en un mundo de ficción. Más bien, nos han ido llevando a un planeta en el que creamos, alimentamos y promovemos ficciones o historias falsas, supuestas, imaginarias e irreales que nos ubican fuera de la realidad.
Justo esa ha sido una de las razones tan poderosas para que Netflix se haya posicionado en la vida actual. Antes eran telenovelas o las primeras series televisivas que se exhibían un día específico de la semana y a una hora determinada. Después salió la función de grabarlas si no las podíamos ver a la hora señalada, pero Netflix inauguró lo que se conoce como streaming que es la forma de ver videos, programas, series, películas de inmediato sin esperar a que se descargue, en cualquier momento, lugar y hora, sólo teniendo internet sin necesidad de almacenamiento. Cada vez que lo iniciamos sentimos que es en tiempo real lo que ha revolucionado el consumo audiovisual.
Simplemente encendemos la pantalla a cualquier hora y de manera instantánea estamos conectados disfrutando de un capítulo o varios de una serie apasionante. Son series con los temas que más nos apasionan: sexo, poder, intriga, conflicto, agresivos y drama que componen el ambiente de entretenimiento 24/7, o sea, las 24 horas de los 7 días de la semana. El relato político y violento también acapara fuertemente la atención por la fascinación y el lenguaje de rivalidad, competencia y sometimiento.
Un autor califica esto como netflixización de la sociedad[i] que define como la cultura del consumo de contenidos en streaming que ha influido en la forma en que las personas perciben la realidad. Y la realidad se cambia por apariencias y con ficciones.
De esa manera se construyen las narrativas escaparate dando lugar a la ficción que gobierna las vidas con un lenguaje e imágenes que nos cambian el entorno y “vemos” otra realidad.
Esto implica narrativas de ficción que es lo que gobierna actualmente nuestras vidas. Aún en librerías, los anaqueles de libros de ficción superan considerablemente a los libros infantiles, ensayos, científicos o textos, por lo que no es descabellado decir que vivimos en un mundo de ficción.
El detalle es que la ficción ha sido funeral de la verdad. Nos gusta que nos cuenten historias sin tomar en cuenta la veracidad de estas, por eso se crean mundos falsos, ideales e inexistentes. La verdad es lo de menos.
Ya hasta se habla de “opoficción” para señalar a las oposiciones políticas de ficción, falsas y endebles. Y desde hace tiempo se crearon comunidades por internet de “fanfics” derivado de fanficción que son internautas que inventan o reinventan realidades a su antojo, pero no por ello, dejan de ser ficciones.
Internet y ahora las redes sociales son las mejores plataformas para crear esos mundos. Según WhattpadFanFiction, “un fanfic es la solución en el mundo utópico de cualquier fan. En ese mundo están en su derecho de cambiar la muerte de un personaje, las relaciones amorosas, rupturas y hasta agregar esos momentos de pasión que desgraciadamente nunca fueron”.
Indudablemente esto se ha logrado por la tecnología que si nos descuidamos se puede convertir en una arma de doble filo al ser una revolución de progreso y de ocio. Una adición al ocio que a la vuelta de la esquina y de nuestras vidas podemos terminar siendo más inservibles porque sólo alargamos la mano para manipular los dispositivos, no requerimos de más. Es como estar recibiendo dádivas y apoyos de gobierno, haciéndonos flojos y atenidos perdiendo la capacidad de trabajar, hasta que el dinero oficial aportado en impuestos por todos los ciudadanos se termina y se acaba la “ayuda”. La tecnología nos pueden dejar indefensos ante los retos de la vida para sobrevivir.
El otro riesgo es que hemos convertido la tecnología no en un medio, sino en un fin. Hay advertencias de que las capacidades fundamentales del ser humano, como la memoria, orientación o habilidades sociales se degraden rápidamente con el paso del tiempo, pero además a la esencia misma de lo que nos hace humanos. A medida que traspasamos las tareas rutinarias a las computadoras, empezamos a hacer menos cosas por nuestra cuenta. Estamos cayendo en actitudes desmemoriadas, en personas desorientadas y confusas que ya no sabemos llegar a un destino si no somos guiadas por el GPS, olvidamos las operaciones matemáticas básicas, por perdida nemotécnica de las tablas de multiplicar, no podemos realizar sin el apoyo de la aplicación de la calculadora del celular.
Actualmente, el debate público y la agenda se centra en los avances tecnológicos como la inteligencia artificial y deja muy poco espacio a la reflexión sobre el ser humano[ii]. Y si nos quita capacidades humanas, entonces la pregunta sería si la tecnología nos deshumaniza.
La reflexión de Adriana Cárdenas[iii] es que en el mundo digital somos un número con muchos datos lo que puede ser peligroso si quienes poseen estos datos es un grupo selectivo de personas. No solo pueden predecir dónde estamos, qué hacemos, qué nos gusta, qué pensamos, entre muchas otras cosas como “deshumanizar al ser humano, centralizar el poder y construir sociedades en las que sea más importante ser aceptado digitalmente, que socializar con el vecino”.
Por eso, se refuerza la idea de que no estamos tan lejos de la ficción donde juzgamos al otro por la rapidez con la que contesta nuestros mensajes en WhatsApp, por el tipo de fotografías que comparte y su identidad digital, preguntándose ¿estamos creando sociedades digitales, sin personas? O ¿qué papel le estamos dando al ser humano en la era digital?
Esto nos lleva a comprender el auge del llamado transhumanismo con consecuencias de la deshumanización que puede contribuir a la salud mental, entre otras cosas por la falta de contacto humano, además del incremento de la comparación social en las redes sociales y la presión de mantener una imagen idealizada pueden generar estrés y afectar negativamente nuestra autoestima y bienestar psicológico.
Actualmente, como moda se habla en discursos de las humanidades y la necesidad de humanizar acciones y programas, pero cada vez la sociedad es más tecnófila. Hemos ido migrando a otros lenguajes y paralelamente las interacciones digitales son más impersonales.
El camino de ser menos humanos y más autómatas es un riesgo del que no hemos implementado equilibrios y moderación. Entre el teclado y las pantallas pretendemos enfrentar el mundo y la realidad, pero perderemos en el intento.
[i] MARIA, Luis (2024) La Fuerza del relato. Cómo se construye el discurso ideológico en la batalla cultural, ed. Sekotia, España
[ii] LEE, Graham (2025) Sigamos siendo humanos, editorial Diana, México.
[iii] CARDENAS, Adriana (2018) ¿Puede la tecnología deshumanizar al ser humano?, https://www.idealist.org/es/accion/puede-tecnologia-deshumanizar-ser-humano