“Apá”, así es como siempre me he referido y le he dicho a mi padre, Jacobo Holguín Guerra, cuando de manera especial y resumida le expreso el enorme afecto, respeto, admiración, amor y agradecimiento que le tengo.
Ahora, ese “apá” ha adquirido una mayor significación porque, aunque mi papá ya no está físicamente en el plano terrenal, decirle “apá” y referirme a él como “mi apá” es una forma de describir su vida, obra y legado y, de esa forma, mantener viva su vasta esencia.
Y sí, tal como lo dijo Bindi Irwin, cuando se pierde a un ser querido uno llega a la encrucijada de hundirse en la tristeza u honrar su memoria. Entonces, frente a esa encrucijada, decidí dejar la tristeza a un lado para, mejor, honrar el legado, el ejemplo y la memoria de mi apá; una decisión que, por cierto, fue muy fácil de tomar gracias a que mi apá cumplió cabalmente con el proverbio y mandamiento que dice: Vive la vida de tal forma que permanezcas en la memoria de todos.
Así pues, honrar la memoria de mi apá es y será no solamente un acto individual, sino también grupal, colectivo y sumativo. Y es precisamente por eso, por la sumativa -de individual, lo grupal y lo colectivo- del legado, memoria y ejemplo imborrables de las acciones de mi padre, que no hay palabras suficientes para describir a detalle todo lo que mi apá significa, hizo y es. Y digo “es” porque dejó una huella tan pero tan grande, que difícilmente podrá ser borrada u olvidada. Huella “de la buena” que dejó en todos los que tuvimos la fortuna de coincidir y convivir con él.
Hijo, hermano, esposo, padre, tío, abuelo, primo, cuñado, concuño, compadre, vecino, amigo, maestro… En cualquiera de los papeles que desempeñó, y como quiera que lo hayan nombrado: Cobito, Jacobo, profe, profe Jacobo, profesor Holguín, don Jacobo, señor Holguín… todas las referencias a él siempre han estado acompañadas de muestras de afecto, respeto, admiración, agradecimiento, cariño y/o amor.
Eso es lo que describe -grosso modo- a mi apá, a ese gran hombre que fue en vida y al señorón que, indiscutiblemente, es y será por siempre. Un “bohemio de afición” que se quitaba la camisa por un buen amigo e incluso por aquellos desconocidos que la necesitaban más que él, y por supuesto, y ante todo, por su familia (la nuclear y la extendida).
El caso es que, a pesar del dolor que todavía nos causa la partida física de mi apá, mi mamá, mi hermano y mis sobrinos estamos tranquilos y en paz, gracias a la bendición y orgullo de haber tenido como padre, esposo y abuelo a uno de los mejores hombres que han existido, un extraordinario ser humano que dejó huella imborrable en cada lugar por donde pasó y, sobre todo, en los corazones, mentes y almas de quienes lo conocieron.
¡Gracias por existir, ser, estar y trascender, apá! Su esencia sigue viva y su legado permanece en nuestra memoria. Honraremos, como es debido, su memoria.
A modo de resumen, concluyo parafraseando lo dicho alguna vez por Fran Kirby: Mi padre fue muy importante en todo lo que hice y ahora su memoria es una motivación para mí.
Aída María Holguín Baeza
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