Los fríos han llegado y no hay nada mejor que un café de olla para combatirlos. Es fácil de preparar, económico y, además, muy revolucionario.
Un desayuno sin un café de olla no es lo mismo. Acompañado de un cocol o bolillo, o solo, es indispensable en los tiempos de frío. Esta deliciosa bebida, hecha con piloncillo y canela, recibe su nombre de la tradición de hacerlo en olla de barro, para después servirlo en jarritos. Sin embargo, actualmente es común que se haga en ollas de otros materiales y que se le agreguen otros ingredientes como clavo, pimiento de Tabasco o chocolate amargo.

Generalmente es considerado un café de consumo popular, por lo cual se vende en pequeñas fondas, en puestos ambulantes y se prepara en casa. Su método de preparación es sencillo: sólo se necesita agua hirviendo, café, canela y piloncillo o azúcar. Tras agregar los ingredientes al agua, se deja que el café suelte su sabor y se reblandezca, para luego servirse con ayuda de coladera.
Se piensa que el café de olla surgió durante la Revolución Mexicana, cuando las adelitas lo preparaban a los combatientes durante las fogatas nocturnas. Suele pensarse que su origen es prehispánico, pero es una idea errónea, ya que el café no existió en México sino hasta el siglo XVIII. Sin embargo, es sabido que el tlatoani Moctezuma consumía una bebida hecha con miel, maíz y cacao, por lo que se le suele atribuir cierta influencia sobre el café de olla.
¿Un café de olla puede hacerme daño?
Debido a que el café de olla suele prepararse tradicionalmente en ollas de barro, existen algunas ideas negativas sobre su consumo, pues se piensa que la bebida puede contener plomo o se dice que hace daño sin saber la razón. Sin embargo, no hay nada más errado, ya que puede prepararse en otros tipos de trastos si se duda de la calidad del barro.