(msn) Cada dólar enviado desde Estados Unidos a México lleva consigo horas de trabajo arduo, renuncias personales y nostalgia de un hogar dejado atrás; sin embargo, la exposición a riesgos especulativos y condiciones macroeconómicas inciertas, como las políticas arancelarias que recientemente ha implementado Donald Trump, han mermado el impacto real del flujo de remesas en las economías regionales y en las familias mexicanas, por ello vale la pena analizar su dinamismo inmerso en el contexto actual.
Con información del Banco de México, durante 2024 ingresaron al país 64,746 millones de dólares por concepto de remesas, distribuidos en más de 4.5 millones de hogares receptores (lo que representa 11.3% de los hogares del país). No obstante, este flujo de dinero se ha visto afectado por riesgos especulativos y condiciones macroeconómicas que merman su poder adquisitivo, el cual está en función de la paridad cambiaria del peso frente al dólar.
A pesar de que el envío de remesas ha mantenido una trayectoria creciente en los últimos años, las familias receptoras experimentaron una disminución en su poder de compra entre 2022 y 2024. Esta pérdida se debió en gran medida a la apreciación del dólar frente al peso. Sin embargo, durante la segunda mitad de 2024, decisiones de política interna y eventos geopolíticos —principalmente las amenazas de Trump de imponer aranceles a las importaciones mexicanas— atenuaron una apreciación del tipo de cambio, lo que disminuyó la cantidad de pesos recibidos por cada dólar intercambiado. Como resultado, comunidades los hogares receptores y comunidades enteras comienzan a perder la capacidad de compra.
De acuerdo con el Banco Mundial, México es la segunda economía receptora de remesas en el mundo (superado sólo por India) y la principal receptora de remesas enviadas desde Estados Unidos. Aunque su proporción con respecto al Producto Interno Bruto (PIB) de México fue de 3.4% durante 2024, el impacto de las remesas sobre la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza es significativo, principalmente porque sus beneficiarios se ubican predominantemente entre los hogares de menores ingresos y las regiones del país con mayores desigualdades.
Con información de Inegi y el Banco de México, durante 2023 entidades como Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Zacatecas recibieron remesas que representaron 10% o más de su PIB Estatal, figurando estas entidades entre las que históricamente menor PIB per cápita registran. Asimismo, informes elaborados por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos señalan que las mujeres son las principales receptoras de estas transferencias y cerca de 85% de estos recursos se destinan principalmente a cubrir gastos de manutención, salud y educación.
Esto deja en evidencia una dependencia estructural que afecta en la calidad de vida de los hogares situados en las regiones más vulnerables del país. Así las decisiones tomadas en Washington repercuten de inmediato en Apatzingán, Uruapan o Zamora. En este contexto, los movimientos del tipo de cambio, los precios de productos importados, exportados y las decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) se traducen en la realidad cotidiana de las familias mexicanas más vulnerables.
La importancia de las remesas va más allá del precio del dinero, debemos considerar también las dimensiones humanas. Detrás de cada envío hay una historia de sacrificio, disciplina y pertenencia. En momentos en los que discursos xenófobos intentan menospreciar la dignidad de los migrantes, es necesario revindicar su esfuerzo fundamental para la economía y el sostenimiento de millones de hogares en ambos países. Las remesas son un vínculo emocional entre los que se fueron y los que se quedaron, en el recuerdo de lo que fue y la esperanza de lo que puede llegar a ser.