De la mano de la bendita amistad me llegó un libro que verdaderamente me está gustando; nunca pensé que lo leería, porque ya había tomado la determinación de no volver a leer a Isabel Allende luego de que su La Casa de los Espíritus me mató. El problema fue la decepción que siguió a ese primer libro; una tras otra, las novelas siguientes no despertaron en mí ese gusto, esa necesidad de seguir leyendo hasta terminar el libro.
Pasaron los años y leí alguna cosa que me pareció interesante, pero no, la misma decepción; eso me pasó con dos de sus libros: El Largo Pétalo del Mar (que me gustó un poco más) y El Amante Japonés. La señora escribe bien, sin duda, tiene una técnica impecable y desde los primeros párrafos se nota el oficio, es verdad; sin embargo, carece de garra, de esa magia que algunas novelas guardan entre sus páginas.
Luego llegó Ramón Gómez con El Plan Infinito[1] en la mano y la gentileza en el corazón y aquí me tienen, disfrutándolo a lo loco. La novela cuenta la historia de un hombre, Gregory Reeves, que busca el amor y su lucha por comprender una infancia de miseria y abandono en la ciudad de Los Ángeles; de hecho, esta es la primera novela de Isabel Allende que transcurre en los Estados Unidos y que relata la vida y milagros de personajes estadounidenses.
El padre de Gregory Reeves es una especie de predicador de un culto singular de su propia invención que recorre el Oeste americano en un desvencijado camión con toda la familia, en una caravana eterna, durante la década de los 40’s; la vida nómada de la tribu concluye por fin cuando el hombre, muy enfermo, debe asentarse en aquella ciudad de modo definitivo.
La prédica del hombre versa precisamente sobre “El Plan Infinito”, una visión sobre el sentido de la vida y la naturaleza del universo; al efecto distribuye folletines y da charlas en los poblados donde pernoctan; pinta pequeños cuadros que vende para ayudarse a subsistir y da clases de contenido espiritual.
Cuando la familia se instala en Los Ángeles, Gregory comienza una vida en un mundo completamente nuevo para él; De habla hispana en su mayoría, algunos de los vecinos, con el clan de los Morales a la cabeza, les dispensan una cálida acogida. De ellos, con ellos, Gregory comienza a despejar algunos de los misterios de una adolescencia difícil; empieza a ir la escuela por primera vez, pues su madre era la encargada de enseñarle, y ahí descubre la existencia de las pandillas, se regocija con su propia sexualidad, se adentra en el mundo maravilloso de los libros, se deslumbra con nuevas ideas y experimenta el placer del trabajo.
Conforme explora el barrio, Gregory conoce a aquellas personas que en forma paulatina irán modelando su carácter. Destacan, en primer lugar, Pedro e Inmaculada Morales, quienes lo acogen como hijo más entre su numerosa prole, actúan como padres sustitutos y le dan el cariño y los cuidados que su propia familia es incapaz de brindarle.
Con Carmen Morales, hija de la pareja, comienza una amistad eterna, con ella podrá expandir las costuras del alma y recorrer los vericuetos del amor y la amistad; con Juan José Morales, el inseparable amigo de Gregory, comparte los horrores de la guerra; la experiencia de Juan José en Vietnam, cambiará el curso de la vida de toda la familia; y con Cyrus, un viejo comunista intelectual, da comienzo una amistad entrañable que será decisiva en el futuro de Gregory; el anciano le regala libros y con ello lo abre al mundo de las ideas, además de contagiarlo con la pasión por la justicia social.
Mientras la historia se desarrolla, el lector empieza un viaje que nos lleva por un periplo singular: la lucha del muchacho para sobrevivir a diario víctima de las pandillas en el barrio; luego vendrá la dolorosa experiencia de Vietnam; después de su regreso de Vietnam, Gregory estudiará leyes, se convertirá en un exitoso abogado en la ciudad de San Francisco, donde va detrás del dinero; esa búsqueda lo lleva a situaciones extremas donde el abuso es el único denominador común: mujeres, fiestas, alcohol; descuida a sus hijos, y se pierde en una búsqueda ilusoria y equivocada.
Escrita en 1991, la novela rescata el lenguaje de La Casa de los Espíritus; tiene unas metáforas luminosas y la trama discurre con gran fluidez; mientras va contando, a dos voces (la primera y la tercera persona), las peripecias del protagonista. Decidí escribir estos párrafos para invitarla, querida lectora, amable lector, a leerla; si a usted, como a mí, Isabel Allende nos había quedado a deber algo, esta novela constituye un excelente pago.
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Luis Villegas Montes.
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[1] ALLENDE, Isabel. El Plan Infinito, DEBOLSILLO, México, 2020.