Una tradición prehispánica antiquísima.
Los más antiguos vestigios de esta tradición datan aproximadamente de hace casi tres mil años y se encontraron en la Cultura Olmeca o Ulmeca, que significa “País del Hule”; los Olmecas fueron la primera cultura y el primer grupo étnico en todo Mesoamérica y Centroamérica, no se tiene hasta la fecha conocimiento de ningún otro grupo anterior a ellos.
Los Olmecas creían en El Nahual, que para ellos era el espíritu del jaguar que tenía la capacidad de convertirse en bestia y en hombre cuando así lo deseara; creían también que el nahual a los muertos los hacía sus esclavos, después de alimentarse de sus almas; por lo que en muchas de sus representaciones aparece el nahual como mitad bestia y mitad humano.
Su dios principal era Huehuetéotl o dios del fuego, se sabe que celebraban la Ceremonia del Fuego Nuevo a Huehuetéotl cada 52 años, encendiendo un enorme fuego. Los Olmecas ofrecían a su gran dios, sacrificios humanos, principalmente de niños, a los que decapitaban vivos y se los ofrecían como tributo en espera de protección contra el nahual, para que ya no se llevara tantas vidas (menos mal que estos sacrificios eran cada 52 años). Por ese motivo, los Olmecas enterraban a sus muertos colocando un gran colmillo de jade en su boca, para que en el viaje pudieran defenderse del nahual al momento de querer éste alimentarse de sus almas y hacerlos esclavos en el inframundo.
Los Olmecas estuvieron asentados en el sureste de lo que hoy es el Estado de Veracruz y el noroeste del actual Estado de Tabasco en la región de Zempoala, y acompañaban las ofrendas a sus muertos con vistosos adornos a base de una bellísima y frondosa flor de la región, llamada Zempoalxóchitl, o Cempasúchil ya castellanizado; tradición que aún se conserva.
Como resultado de la expansión de los olmecas que buscaban su propio territorio, se fueron separando varios grupos de la cultura madre Olmeca que fueron ocupando otros territorios, que con el paso del tiempo se convirtieron en otras tribus y en otras culturas; vamos a ver como celebraban otras culturas el día de sus muertos. Desde luego, cada una de ellas interpretando a su manera el ritual y añadiendo nuevos motivos, de acuerdo con sus nuevos dioses y a sus nuevas creencias y costumbres.
La muerte entre los Aztecas.
Los Aztecas creían que, al morir la persona, podía tener uno de cuatro destinos:
- El Tlalocan, o paraíso de Tláloc, el dios de la lluvia; a este lugar iban a parar todos aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua, ya sea ahogados, o por un rayo, o por enfermedades como la gota y la hidropesía; así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia.
- El Omeyocan, el paraíso del sol y hogar de Huitzilopochtli, el dios de la guerra; a este lugar iban los que morían en combate, los prisioneros aztecas sacrificados por otras tribus y las mujeres que morían en el parto; era un lugar de gozo y fiesta permanente, los Aztecas creían que los muertos que caían aquí, después de cuatro años volvían al mundo, convertidos en hermosas aves de colorido plumaje.
- El Chichihuacuauhco, el paraíso infantil, a este lugar llegaban únicamente niños que morían antes de ser consagrados al agua; en este sitio se encontraba un árbol de cuyas ramas brotaba leche para que se alimentaran los niños, que volverían a la tierra una vez que se extinguiese la raza que lo habitaba; de esta forma, de la muerte renacería la vida.
- El Mictlán, el inframundo Azteca, horrible lugar donde habitaban Mictlantecuhtli y Mictecaccíhuatl, señor y señora de la muerte; estaba destinado para quienes morían de muerte natural. Este lugar era oscuro y fétido, los muertos que caían aquí jamás volverían a salir del Mictlán. Era un lugar de verdadero sufrimiento, pues para llegar a él, los muertos debían penar cuatro años por distintos lugares del inframundo Azteca hasta encontrar el Chicunamictlán, única etapa donde se les permitía un descanso a los muertos, antes de entrar al verdadero Mictlán, donde los aguardaban nueve niveles y nueve ríos de terribles sufrimientos eternos, en cada nivel el muerto se iba desgarrando y perdiendo su esencia, hasta quedar la pura alma en el último nivel, penando en la eternidad.
Los Aztecas enterraban a sus muertos acompañados de ofrendas y de los objetos que en vida utilizaba el difunto, así como de flores de cempasúchil; a los muertos que iban a ir al Mictlán, además de lo anterior, se les enterraba junto con un perro Xoloitzcuintle como guía y ayuda, además de cuatro flechas y cuatro teas para iluminar su camino y defenderse de los peligros del Mictlán.
Hanal Pixán, la tradición Maya del Día de Muertos.
Los Mayas celebraban a sus muertos con el Hanal Pixán, que literalmente significa “comida para las almas”, lo dedicaban del 31 de octubre al 2 de noviembre; el primer día o “Hanal Palal”, era dedicado exclusivamente a los niños; el segundo día o “Hanal Mucuch Unicoob”, dedicado a los adultos y el tercer día o “Hanal Pixancoob”, dedicado a las almas. Para los Mayas el tiempo es cíclico y la Tierra es un plano rectangular en donde existen 13 cielos y 9 inframundos, mientras que la vida o “Pixán” es un plano rotatorio a través del tiempo, en donde las personas están un tiempo en la vida como regalo de los dioses y al terminar su ciclo, descienden a los inframundos por caminos en forma de serpiente.
Como parte del rito, a los niños les dedicaban un altar con dulcecitos, juguetes, bordados coloridos y flores de X´pujuc, que es el nombre Maya para la flor de Cempasúchil; a los adultos les ofrendaban atole, pibes, muc´bi´pollo, xec, tamales de x´pelón y el balché, bebida embriagante de corteza de árbol. Finalmente, celebraban el Bix, un camino iluminado con velas para que las almas vieran el camino al terminar los rituales y los festejos.
“Animeecheri Kúinchekua” o “La fiesta de las almas”, la más pura y bella tradición Purépecha.
Sin duda alguna, los Purépechas y Tarascos en Michoacán tienen una de las más puras, bellas, coloridas y sentidas tradiciones para honrar a sus muertos; a pesar de que para ellos es una fiesta, la fiesta de las almas, la celebran con una seriedad y dedicación y solemnidad, que los mismos españoles quedaron impactados con esta tradición y el poder ritual que en sí misma se manifiesta.
En 1520, Hernán Cortés fué informado acerca de la existencia de un gran reino llamado “Michihuacan”, o “lugar de pescados” y su capital Pátzcuaro, donde gobernaba la brava y gallarda dinastía Tariácuri; pronto Cortés envió a Cristóbal de Olid y Francisco Cortés con sus tropas, acompañados del misionero José Francisco Martín de la Coruña; entre otras cosas, relatan la imponente y colorida celebración que hacían a sus muertos y de la cual, quedaron maravillados, además la festividad coincidía con la llegada de la Mariposa Monarca y el espectáculo era casi mágico.
Para los Purépechas esta no era una celebración a la muerte, sino a la vida, vida que regresa para nutrir el alma y estar de nuevo con los suyos por tres días; ellos enterraban el cuerpo del difunto y ese se iba al inframundo, pero creían que su alma seguía viva e iba a reunirse con los dioses y con las almas de sus parientes ya fallecidos, para así poder regresar con sus vivos a la celebración y nutrir el alma de vivos y muertos para poder volver al siguiente año. Una fiesta donde el cempasúchil y los alimentos que al muerto le gustaban en vida, colmaban su tumba donde se le velaba toda la noche, sabiendo que el alma bajaría al día siguiente.
Xandu´, Día de Muertos de los Zapotecos en el Istmo de Tehuantepec.
Según la creencia Zapoteca, con la llegada del primer Bii Yoxho, que es el primer “Viento Frío” del año, hoy conocido como viento norte, y que regularmente se presentaba a finales de octubre y principios de noviembre, era la señal de que las ánimas y las almas han comenzado a visitarnos desde el paraíso. En la creencia Zapoteca, en el viaje de los muertos, el cuerpo se iba al inframundo y sus almas al Xandu´, que era un paraíso; el viaje dura tres meses, por lo que únicamente regresan a la Tierra las almas de los fallecidos antes de agosto; quienes fallecieran después, sus almas deberán esperar a ser aceptadas en el Xandu´, para retornar al año siguiente con todas las demás almas. Los Zapotecas desde el 25 de octubre comenzaban a colocar grandes altares a sus muertos, uno era el Biguié´, que era una pirámide escalonada tapizada con hojas de plátano, flores de cempasúchil, frutas y alimentos predilectos; otro tipo de altar era una especie de escalera de siete niveles, en donde colocaban los mismos elementos.
El 30 de octubre bajan las almas de los niños, el 31 las almas de los adultos, el 1 de noviembre los vivos festejan a todos sus muertos, para que finalmente, el día 2 de noviembre se desmontan todas las ofrendas y se reparte todo entre los vecinos y se da por finalizado el Xandu´.
La tradición del pueblo Wixarika´; y su particular tributo a sus muertos.
El pueblo Wixárika´ o Huichol, tal vez la etnia más pura de México, tanto en su sangre como en su cultura, arte y tradiciones, aunque no celebran el Día de Muertos, si tienen sus rituales para despedirlos; los Huicholes tienen la creencia de que, al momento de fallecer, el alma se desprende del cuerpo para posarse sobre la cabeza del difunto, en forma de humo, y el alma del difunto inicia un viaje lleno de pruebas y obstáculos hasta llegar al inframundo.
Los Huicholes ven a la muerte como un proceso de purificación del alma, la cual tiene que pasar por cinco niveles hasta descender al inframundo. Para ellos los muertos son sagrados, aunque ritualmente impuros, por eso no se les debe tocar, está completamente prohibido tocar al muerto; tras un periodo de velación y duelo de despedida de cinco días, el muerto es despedido y enterrado y solo dentro de cinco años podrá volver al mundo terrenal en forma de cristal de roca.
Los Rarámuri, el Día de Muertos y su visión de la muerte.
Para los Rarámuri la vida es una etapa más en la transición a otros niveles de vida; para ellos la muerte es un paso más de la existencia, en donde el alma del difunto inicia su andar hacia los cielos para reunirse con sus antepasados que ya lo esperan.
Los Rarámuri no lloran a sus muertos, no se lo permiten, no está en su cultura llorar por los que se van, porque saben que están dando un paso más en la cadena de la vida, cuyo final es reunirse en los cielos con sus ancestros, por eso no lloran al muerto, al contrario, es motivo de alegría espiritual. Ellos preparan al difunto para su viaje, lo envuelven en un petate en donde le colocan agua, comida y pinole para su travesía; posteriormente es sepultado y cubierta su tumba con piedras y sobre el sepulcro se colocan sus huaraches para que inicie su carrera hacia los cielos.
Como forma de despedida, los familiares y amigos corren y corren para ayudarlo en su viaje, pues los Tarahumaras tienen la creencia de que el alma del fallecido no debe regresar a la tierra, pues si lo hiciera, causaría todo tipo de desgracias; es por ello por lo que deben despedirlo bien y asegurarse de que nunca vuelva.
Luego se baila la danza del “Tutuburi”, donde se bebe tesgüino y despiden al difunto, a cuya tumba nadie jamás vuelve a visitar. Esa es la visión Rarámuri de la muerte, por eso mismo ellos no celebran el Día de Muertos, en su tradición y creencias, sus muertos nunca regresan, se quedan con sus ancestros en los cielos.
Las tradiciones culturales se mezclan con los simbolismos religiosos.
Con la llegada de los misioneros españoles se inició el proceso de evangelización de los pueblos nativos de la Nueva España; los simbolismos religiosos comenzaron a permear en las tradiciones de cada una de las tribus y grupos autóctonos y se comenzaron a amalgamar costumbres, tradiciones y simbolismos religiosos, formando lo que los antropólogos llaman un sincretismo cultural, cuando se entrelazan aspectos culturales tradicionales con aspectos religiosos para formar un solo rasgo cultural.
De tal modo que, en la actualidad, todas las tradiciones culturales en México están amalgamadas con aspectos religiosos y por supuesto, la Tradición del Día de Muertos no es la excepción; la tradición del Día de Muertos de los Purépechas fué tan impactante para los españoles, que adoptaron el modelo para establecerlo en casi todo el territorio de la Nueva España.
Fenómeno mundial de mercadotecnia impulsa nuestras tradiciones y la UNESCO interviene.
Aunque pareciera que no tiene nada que ver con el tema, la verdad es que este fenómeno mercadológico ayudó mucho a las tradiciones mexicanas.
A principios de los años noventa, la Cervecería Modelo de México lanzó la campaña de mercadotecnia más agresiva en la historia del comercio mundial, con el fin de posicionar a su marca insignia “Corona Extra” en todos los países del mundo, como resultado, su marca sigue siendo de las más vendidas en el mundo.
Durante todos esos largos años de campaña de mercadotecnia, la Cervecería Modelo llevó a todo el mundo las tradiciones mexicanas como parte de su proyecto, de manera que en el mundo se popularizó no solo su marca, sino nuestro Día de Muertos, Nuestro Mariachi, Nuestros Voladores de Papantla, nuestra Lucha Libre y sus máscaras, nuestra Charrería, nuestra Cocina Mexicana.
Todo ello en anuncios publicitarios y eventos públicos masivos para promocionar su marca; fue tan exitosa su campaña que de pronto nuestras tradiciones y nuestro Día de Muertos y sus calaveritas y catrinas estaban en todo el mundo; inclusive esta marea publicitaria arrastró al Tequila a ponerse de moda en todo el mundo.
En el año 2003, ante el “boom” cultural de México en el mundo, provocado por esta campaña, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), decide de manera seria iniciar un estudio a fondo de nuestras tradiciones; el estudio que incluyó a investigadores, antropólogos, historiadores, lingüistas, expertos musicales y culinarios, duró cinco años.
En el año 2008, en base a esos estudios, la UNESCO declaró a La Tradición Mexicana de Día de Muertos, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; meses más tarde, durante La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, se declaran también a Los Voladores de Papantla, La Charrería, El Mariachi y la Cocina Mexicana, también como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La Catrina.
Sin duda la figura icónica más relacionada al Día de Muertos, es la famosa “Catrina”, creada en 1912 por el grabador y muralista mexicano José Guadalupe Posada, originalmente con el nombre de “La Calavera Garbancera” y fué creada como una sátira y una crítica ácida hacia las personas que vendían garbanzo y semilla de garbanzo, que al venderse bien, dejaba buenas ganancias, estas personas al ser de sangre indígena y prosperar con el garbanzo, pretendían dejar atrás sus orígenes y adoptar un estilo de vida muy europeo, lo cual molestaba a la gente humilde y simplemente, se les veía mal adoptar modas que era evidente no les iba con sus orígenes. Por eso Posada creó la Calavera Garbancera, que después la cultura popular la trasladó al Día de Muertos, para que a partir de ahí surgieran las famosas “Calaveritas” en verso.
Epílogo y pilón.
Debido a los embates comerciales y modas extranjeras como el Halloween y El Día de las Brujas, que afectan el desarrollo y preservación de nuestra tradición de Día de Muertos, el Congreso incluyó el Artículo 63 de la Ley General de los Derechos de los Niños, las Niñas y los Adolescentes, como obligatorio el impulsar y promover en los niños las tradiciones y la cultura mexicana, así como sus lenguas.
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Fuentes Bibliográficas:
- www.gob.mx/sipinna
- admagazine.com
- elheraldodechihuahua.com.mx
- www.gob.mx/cultura
- matadometwork.com
- infotogo.mx
- www.gob.mx/inpi
- buenastareas.com
- bbc.com
- natgeo/español.com
- arqueologíamexicana.mx
- www.diputados
- www.mexicodesconocido.com.mx
- es.wikipedia.org