Algunos le llaman Karma que, en la religión budista y en el hinduismo, es una creencia firme según la cual, cualquier acto de un ser humano, tiene una fuerza dinámica que se expresa e influye en las sucesivas existencias del individuo
Algunos le llaman Karma que, en la religión budista y en el hinduismo, es una creencia firme según la cual, cualquier acto de un ser humano, tiene una fuerza dinámica que se expresa e influye en las sucesivas existencias del individuo. En pocas palabras, que lo que hacemos se nos devuelve en la misma proporción y dimensión de lo que hacemos, aunque en ambas religiones se refieren a que los efectos se producen en vidas subsecuentes, en nuestros días se utiliza señalando que los efectos regresan antes de trascender a otro posible plano no terrenal.
Otros, la identifican como justicia divina o la ley del boomerang, precisamente en referencia a que cuando se lanza este pedazo de madera curvado, invariablemente regresa al punto de partida, es decir, de donde fue arrojado, por lo que se debe tener cuidado en su utilización.
En la física también existe una Ley que hace referencia a algo muy similar. Es la Tercera Ley de Newton que a la letra dice: “A toda acción le corresponde una reacción, igual en magnitud, pero de sentido contrario”
El caso es que se trata de una percepción casi generalizada de que las acciones que ejercemos, tienen consecuencias, buenas o malas, pero consecuencias al fin. Y todo eso, se puede resumir perfectamente en el conocido refrán de la sabiduría popular “el que la hace, la paga”.
Y en la política no es la excepción. Cuántas veces hemos visto a actores destacados de los partidos políticos, o gobernantes, o funcionarios, ejercer acciones en contra de quienes consideran sus adversarios, contrincantes o francos enemigos de plano, que luego les rebotan en su mismo terreno.
Ese pareciera ser el caso del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y su manejo de las relaciones institucionales con el gobierno de Chihuahua, totalmente contaminadas por su representante en el estado, el ingeniero Juan Carlos Loera de la Rosa, quien parece no haber procesado aún la derrota electoral que sufrió a manos de la actual gobernadora, la panista María Eugenia Campos Galván.
El primer mandatario del país ha mostrado en muy diversas ocasiones, durante sus visitas al estado, un talante amistoso y hasta afectuoso hacia la gobernadora, le echa porras, la anima a hacer cosas, le ofrece apoyos, pero luego, una vez concluida la visita, algo parece romperse en esa relación.
Recuerdo, por ejemplo, la reunión que tuviera el presidente López Obrador con alcaldes de la zona serrana de Sonora y Chihuahua, en mayo de este año, y a la que no fue convocada la gobernadora Maru Campos, pese a que en días previos a dicha reunión el super delegado Loera afirmaba que sí había sido invitada. Lo cierto es que no hubo tal convocatoria y la reunión se realizó sin la presencia de la mandataria chihuahuense.
Algo similar se repitió en el mes de agosto de este mismo año. También con presidentes municipales de Chihuahua y Sonora. Tampoco hubo convocatoria a la gobernadora, a pesar de que se trataron asuntos que incumben al estado, y por supuesto a su primera mandataria.
En ambos casos, coincidió que existieron diferencias entre Loera y Maru, principalmente relacionadas con quejas o señalamientos del primero, quien, también hay que consignarlo, en todo momento ha recibido del gobierno estatal un trato respetuoso e institucional.
Tan solo como ejemplo, durante la sesión del Comité de Planeación para el Desarrollo de Chihuahua (COPLADE) de este año, Maru Campos no tuvo empacho alguno en compartir el presídium y la dirección de dicha sesión con Loera de la Rosa.
En contrapartida, el delegado de los programas federales del gobierno de México, no deja pasar oportunidad no solo para señalar o criticar las acciones de la gobernadora, lo cual sería fácil de entender perteneciendo a partidos distintos, sino de plano soltar declaraciones que bien caben dentro del rubro de descalificaciones personales, o hasta verdaderos insultos a la dignidad personal de la mandataria panista.
En días recientes, Loera vuelve a la cargada con sus ataques y quejas contra el gobierno del estado, doliéndose de un supuesto acto intimidatorio por parte de la Fiscalía General del Estado, que realizó en sus oficinas una diligencia oficial, derivada de una carpeta de investigación.
Loera llegó al extremo de utilizar su canal oficial de WhatsApp para enviar un comunicado en el que establece algunas premisas que de inmediato fueron aclaradas por la FGE, también, por supuesto, ya en un comunicado oficial, pero que desde luego solo sirven para tensar innecesariamente las relaciones entre ambas instancias de gobierno.
Básicamente, lo que parece exigir el alto funcionario federal en Chihuahua, es que no se le “moleste” en las instalaciones de sus oficinas, aunque exista una investigación oficial que obliga a realizar diligencias en sus oficinas ¿Reclama impunidad institucional?
De los hechos expuestos, tanto por Loera como por la fiscalía del estado, se desprende que agentes ministeriales (son los funcionarios adecuados para realizar esos actos), se presentaron en sus oficinas a desahogar una diligencia derivada de una carpeta de investigación, que solo ingresó un elemento a petición del mismo Loera y sin portar sus armas de cargo, lo cual le fue concedido.
Por eso, cuando Loera afirma en su comunicado que “La presencia policiaca intimidó tanto al personal que ahí labora como a los ciudadanos que acudieron a realizar los trámites para los programas sociales…”, resulta evidente que no pudo existir tal intimidación, si los agentes ministeriales, accediendo a sus peticiones, no portaban sus armas y solo uno de ellos ingresó al espacio mencionado.
Lo cierto es que estas actitudes de Loera, claramente enfocadas a golpetear al gobierno del estado, abonan muy poco -o nada- a mantener una relación institucional fluida, coordinada y tersa, en beneficio de todos los chihuahuenses.
¿Qué tanto influye Loera en el presidente López Obrador sobre la relación con la panista Maru Campos? Yo pienso que mucho. Solo hay que recordar todo el apoyo que el juarense ha recibido de AMLO desde que asumió la presidencia de la República, e incluso desde antes.
Contra viento y marea fue designado Súper Delegado en Chihuahua, y ahí lo sostuvo el presidente. Luego, también en contra de Tirios y Troyanos obtuvo la candidatura al gobierno estatal, pese a que había otros candidatos con muchas mejores posibilidades de triunfo. Luego, a pesar de la estrepitosa derrota electoral contra Maru Campos, el presidente lo vuelve a designar en su antiguo cargo al frente de la Delegación del Bienestar en Chihuahua.
Eso tan solo por mencionar algunos de los hechos más destacados, porque hay muchos más. En mi opinión, Loera es un hombre que influye mucho en el presidente López Obrador, y eso explica la veleidosa relación del gobierno federal con el gobierno de Chihuahua, que se agravará sin duda alguna durante el próximo proceso electoral de 2024.
Sin embargo, lo que debería evaluar Loera con mayor profundidad y detalle, es que la suerte del presidente, de Morena y de la 4T está atada a lo que ocurra con el gobierno estatal, hablando de Karma o leyes de causa y efecto.
En la más reciente medición de Roy Campos para Consulta Mitofsky, publicada en Facebook particularmente para Chihuahua (https://bit.ly/3MjOr3r), explica con mucha precisión como, siendo nuestro estado de los que menos aprueban a AMLO en todo el país tuvo una importante recuperación, simultánea a la que presentó Maru Campos. El presidente recuperó casi 3 puntos respecto de su nivel más bajo en julio de este año, mientras que Maru ha recuperado poco más de 7 puntos porcentuales respecto del mismo mes.
En la gráfica que presenta Roy se observa, con mucha claridad, como las líneas de ambas aprobaciones mantienen un paralelismo asombroso. Cuando baja Maru, baja el presidente y cuando sube Maru, sube el presidente.
Quizá después de analizar detenidamente este comportamiento de la aprobación de ambos gobernantes, Loera comprenda que apostarle al descrédito y denostación de la mandataria chihuahuense, solo como estrategia electorera, es casi como escupir al cielo. Tarde que temprano le caerá a él.
A la hora de aprobar o desaprobar gestiones, la gente evalúa gobiernos, así en abstracto, de acuerdo con la medición de Mitofsky no hace distinción entre signos partidistas. No hay que olvidar la ley del boomerang o la Tercera Ley de Newton.