Ojinaga Chih.- Ayer el Apóstol David Corral, en el evento de cielos abiertos hizo una amplia exposición sobre Elíseo y la mujer sunamita, su conferencia o mensaje invito a los oyentes a elevar su conciencia, más allá de costumbres y tradiciones que ya tenemos plasmadas en la piel.
Tal parece que encasillamos a Dios en nuestra denominación e Iglesia y es tal nuestro encono que solo oímos lo que queremos oír, todos están mal solo nosotros tenemos la verdad absoluta.
-Señor mío -le reclamó la mujer- ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara? (2º Reyes 4:28).
La mujer sunamita, recibió a Elíseo en su casa y convenció a su marido para que construyera una pieza en la azotea de su propia casa, porque “este es un hombre de Dios” (2º R.4:9).
El trato que esta mujer le dispensa a Elíseo generará un espíritu agradecido en el profeta, quien le prometerá un hijo. La reacción de la sunamita es muy similar a la de Sara, la esposa de Abraham. Basándose en su punto de vista humano, finito e incrédulo, entiende que está siendo engañada con una promesa que nunca se podrá cumplir. Por difícil que te sea creer en una promesa divina, recuerda que Dios no miente ni se equivoca: si él lo dijo, él lo cumplirá.
Quizás el mayor problema es que no estamos acostumbrados a escuchar la voz de Dios, por eso no sabemos -exactamente- en qué ni en quién confiar, nos mareamos entre tantas voces, nos perdemos en el laberinto de ruidos que nos llevan, como marionetas, de un lado al otro, haciéndonos perder el rumbo
Al año siguiente, cuando Elíseo detiene su viaje para disfrutar de estos momentos de paz, tranquilidad y comodidad que la familia de la mujer sunamita le ofrece, el niño prometido ya está en brazos de la madre. Es el mundo perfecto. Elíseo con su pieza y su palabra profética confirmada; la mujer con su hijo: la familia -ahora completa con el muchachito- con campos fértiles y una situación económica confortable.
El enemigo de Dios no respeta tus momentos para atacarte. Él te hiere donde más duele, en aquel aspecto de tu vida del que sabe que más te costará recuperarte. Donde tuviste la mano de Dios actuando, él intentará interferir. Te lastima y te hace dudar. Destroza tus sueños y tu futuro. Te llena de incertidumbres y desconfianzas Tu cabeza comienza a rodar a mil kilómetros por segundo, preguntándote “¿Por qué?”.
Aprende con la mujer sunamita a buscar las respuestas a los pies de Aquel que es el único que tiene las verdaderas respuestas, las finales, las eternas.